domingo, 16 de febrero de 2014

¿Dónde está la calle?

Se suele decir que las sociedades evolucionan. Yo matizo: cambian. Evolución implica desarrollo, avance...pero la sociedad no avanza siempre y en todos los ámbitos, sino que en muchos está caminando hacia atrás. Hace años, demasiados ya, un niño bajaba a la calle con su pelota (o quizás sin ella pero con la seguridad que alguien tendría una) y pasaba horas jugando en ella. Tardes enteras de partidos sin reglas preestablecidas. Donde la única ley era la de los participantes y en última instancia la del dueño de la pelota. Cada tarde se producían infinidad de golpeos con diferentes superficies, con distintas posiciones corporales, con balones recibidos desde distintas trayectorias y alturas, con mayor número de adversarios o menor, terreno de juego más grande o más pequeño, con porteros fijos o no...

Cada crío empleaba muchas horas al día para jugar al fútbol en la calle porque las circunstancias sociales lo permitían ya que había muchos lugares que posibilitaban la práctica, el número de coches era muy inferior...y aparte, también tenían su tiempo de práctica en el equipo donde jugaban. Por tanto pasaban un número reducido de horas entrenando con su club, y uno muy amplio en la calle con diferentes contrarios y compañeros cuyo mejor entrenador estaba siempre presente: el propio juego.

Hoy día la situación ha cambiado rotundamente. Pasamos de que los niños estuvieran jugando hasta que la luz del día dejaba de alumbrar las calles al momento actual en que incluso hay carteles de “prohibido jugar a la pelota”. Vaya locura. No voy a decir nada nuevo cuando digo que las horas “jugadas” anteriormente pasan a ser innumerables partidos de consola. Ya no tienen una trayectoria futbolística real sino virtual. Disfrutan más en la consola que en el verde. Esta modificación de las rutinas infantiles provoca que los nuevos jugadores tengan menos picardía, menor nivel técnico (no creo que haya peores jugadores, sino una gran cantidad de menos jugadores buenos), con peor capacidad de decisión, mucha menos creatividad e imaginación, etc. La mejor escuela de fútbol es la calle y en estos tiempos ya se trata de una academia de lujo a la que pocos tienen acceso, no por su coste (gratis) sino por su inexistencia. Producto de esto tenemos un fútbol cada vez más rígido, al que le han robado la fantasía.

Evidentemente esto no va a cambiar, y menos porque yo haga este escrito, pero que sirva para que desde este pequeño rincón dedicado al fútbol base, levantemos la voz de todos cuantos echamos de menos aquella época de futbolistas inverosímiles, para que se prohíba prohibir jugar a la pelota, para que la consola pierda el protagonismo que debe volver a esa esfera de cuero. Para que hallar un lugar para jugar al fútbol sea más sencillo que encontrar a Wally. Para todos los que añoramos otro fútbol. En definitiva, para devolverle la libertad a este juego.


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