Se suele decir que las
sociedades evolucionan. Yo matizo: cambian. Evolución implica
desarrollo, avance...pero la sociedad no avanza siempre y en todos
los ámbitos, sino que en muchos está caminando hacia atrás. Hace
años, demasiados ya, un niño bajaba a la calle con su pelota (o
quizás sin ella pero con la seguridad que alguien tendría una) y
pasaba horas jugando en ella. Tardes enteras de partidos sin reglas
preestablecidas. Donde la única ley era la de los participantes y en
última instancia la del dueño de la pelota. Cada tarde se producían
infinidad de golpeos con diferentes superficies, con distintas
posiciones corporales, con balones recibidos desde distintas
trayectorias y alturas, con mayor número de adversarios o menor,
terreno de juego más grande o más pequeño, con porteros fijos o
no...
Cada crío empleaba
muchas horas al día para jugar al fútbol en la calle porque las
circunstancias sociales lo permitían ya que había muchos lugares
que posibilitaban la práctica, el número de coches era muy
inferior...y aparte, también tenían su tiempo de práctica en el equipo donde jugaban. Por tanto pasaban un número reducido de horas
entrenando con su club, y uno muy amplio en la calle con
diferentes contrarios y compañeros cuyo mejor entrenador estaba
siempre presente: el propio juego.
Hoy día la situación
ha cambiado rotundamente. Pasamos de que los niños estuvieran jugando
hasta que la luz del día dejaba de alumbrar las calles al momento
actual en que incluso hay carteles de “prohibido jugar a la
pelota”. Vaya locura. No voy a decir nada nuevo cuando digo que las
horas “jugadas” anteriormente pasan a ser innumerables partidos
de consola. Ya no tienen una trayectoria futbolística real sino
virtual. Disfrutan más en la consola que en el verde. Esta
modificación de las rutinas infantiles provoca que los nuevos
jugadores tengan menos picardía, menor nivel técnico (no creo que
haya peores jugadores, sino una gran cantidad de menos jugadores
buenos), con peor capacidad de decisión, mucha menos creatividad e
imaginación, etc. La mejor escuela de fútbol es la calle y en estos
tiempos ya se trata de una academia de lujo a la que pocos tienen
acceso, no por su coste (gratis) sino por su inexistencia. Producto
de esto tenemos un fútbol cada vez más rígido, al que le han
robado la fantasía.
Evidentemente esto no va
a cambiar, y menos porque yo haga este escrito, pero que sirva para
que desde este pequeño rincón dedicado al fútbol base, levantemos
la voz de todos cuantos echamos de menos aquella época de
futbolistas inverosímiles, para que se prohíba prohibir jugar a la
pelota, para que la consola pierda el protagonismo que debe volver a
esa esfera de cuero. Para que hallar un lugar para jugar al fútbol
sea más sencillo que encontrar a Wally. Para todos los que añoramos
otro fútbol. En definitiva, para devolverle la libertad a este
juego.